La violencia móvil y el hogar reclusorio. Observado usuarios de telefonia movil en Venezuela

Venezuela sufre la mayor crisis de su historia en términos políticos, económicos y una disrupción social sin precedentes. La tecnología que usamos para co-existir nos define como una sociedad de retraimiento, es decir las personas no cuentan con ella para su coexistencia y planificación o uso en espacios sociales. A diferencias de otras sociedades y culturas, lo digital se hace problemático, la conexión se hace un privilegio.

La tecnología y los usuarios venezolanos al ser víctimas de la violencia genera una imposibilidad de hacer uso continuo de cualquier dispositivo de tecnología en relación a que su valor tan atractivo para los delincuentes, que se convierten junto a los alimentos en los primeros artículos exigidos por los antisociales en un robo.

El teléfono celular implica la perdida de la vida negarse a entregarlo es la muerte. El usuario piensa que la marca del objeto y el valor es representativo para decidirse en usar el dispositivo o dejarlo en casa y entrar en el umbral del desamparo comunicacional durante el día. Esto genera un estado de angustia debido a la ausencia de comunicación ya que mucho de ella posee implicaciones familiares en términos de la ubicación de los individuos que comprenden la familia, la sensación de que el celular es garantía de comunicación en caso de que “algo ocurra”.



El teléfono utility.

Desde lo personal a lo privado, las empresas suelen ofrecer a sus empleados de confianza, estos dispositivos bajo riesgo y responsabilidad de los mismos. Las compañías lo ofrecen como un accesorio que forma parte de los beneficios incentivando la comunicación directa y aumentando el problema de la seguridad del individuo.

El empleado quien lo recibe, se le hace firmar una cuota de responsabilidad que afecta al trabajador en caso de pérdida o de robo, esto genera un conflicto comunicacional debido a que el empleado podría negarse a utilizar el teléfono móvil asumiendo las consecuencias de usar el suyo propio y por ende entramparse en asumir la responsabilidad de generar espacios en donde lo personal y lo laboral se mezclan sin diferencia haciendo que el celular sea un objeto de atención permanente (distractor constante).

2x1. Una respuesta cultural ante la violencia.

En Venezuela es común que las personas tengan dos teléfonos, por lo tanto dos líneas, dos números. La explicación consiste en una respuesta cultural: el usuario se siente blindado engañando a quién podría despojarlo de su teléfono de valor, por ende:
      
      (1)    El teléfono de engaño es el que se usa cotidianamente
      (2)    El teléfono de valor es el que se usa al llegar al hogar o en sitios donde se sienta protegido

Cifras estadísticas indican que la incidencia del crimen por robo de teléfonos celulares es muy alta llegando a un promedio de seis mil equipos a nivel nacional. El foco del robo en su mayoría son personas jóvenes a quienes se les asocia con el uso de equipos de alta tecnología y alto valor.

Ambos teléfonos se tienen en posesión. Se utiliza la cultura para aprovechar el “engaño” como una estrategia de salida ante la agresión. Ambos teléfonos se utilizan y los mismos se esconden en lugares que van desde el mismo cuerpo (dentro de la ropa interior) o dentro de bolsos, bolsillos, envases comestibles portátiles. Retomando lo cultural, este tipo de engaño coloca a los usuarios por encima de la violencia, rasgo propio en Venezuela donde el sujeto se coloca siempre por encima del otro, aunque ello implique una estrategia de supervivencia por sobre la comunicación.  

La muerte como sujeto.

La persona víctima del robo, sufre la penosa responsabilidad de salvaguardar la vida por el artículo y aún más grave la coloca en una situación de incomunicación inmediata ante la imposibilidad por motivos de precios de reponer el teléfono celular.

Ante la pérdida de un objeto de valor en términos de no poder reponer, de la información que posee dentro del dispositivo y de la muerte comunicacional prefiere luchar por el mismo que entregarlo voluntariamente. Las consecuencias sociales parten por el aislamiento y por ende a la incomunicación y ello implica el refugio y el confinamiento de forma casi exclusiva al “hogar” como lugar seguro por temor a la violencia.

Así es que el contexto país, coloca a los usuarios en espacios de transición de recepción de la información, los espacios dentro los espacios fuera del “hogar”. Los espacios dentro del hogar: son aquellos que implican el resguardo de los equipos móviles y electrónicos en general.

Los espacios fuera del hogar: son aquellos espacios de refugio en donde se sienta el resguardo a pesar de la ausencia de vigilancia por parte de cuerpos de seguridad (por ejemplo el transporte público subterráneo). El metro-subterraneo es uno de los espacios en donde los usuarios suelen sentirse más seguros en términos de interacción con sus teléfonos móviles.


   
Fotografía 1. Muestra la proximidad en el uso del teléfono celular en Venezuela, la misma se hace cercana al cuerpo a manera de ocultamiento.

Además de los espacios regulares donde el usuario hace vida, se encuentran los espacios en donde el usuario venezolano cohabita digitalmente. Es significativo señalar que este concepto de cohabitación es social y político a través del uso del derecho ejercido; cuestión que no puede hacerse socialmente en la vida real por miedo a la violencia o a las represalias de su posición política.

El internet se concibe como un espacio para la ciudadanía con sus peculiaridades culturales. Un ejemplo de ello es que distinguirá un perfil del Facebook desde Venezuela por la ausencia de datos o los datos escondidos hacia si mismo. Esta precaución es una forma de evitar la violencia generada en el miedo por ausencia de resguardo del derecho a la ciudad, el ciudadano no es persona urbana, es transeúnte y caminante rápido que va del trabajo a la casa y viceversa en horarios diurnos ya que la noche es la situación de riesgo extrema.   

El hogar del confinamiento.

El hogar pasa de ser el lugar de la familia al confinamiento. El mismo se convierte en el espacio digital permitido, genera una dependencia de carácter urgente de la conexión a internet en base al resguardo de todos los miembros de la familia y especialmente de los hijos. Dentro de las observaciones realizadas masivamente en lugares de transporte, traslado de amplias bases de la población venezolana las aplicaciones digitales de mayor uso son: Whatsapp, Instagram, Snapchat en los segmentos más jóvenes, Facebook y Whatsapp para el rango de edades mayores a los 30 años con una particular frecuencia de mayor peso para el sexo femenino.

La aplicación deja de ser relevante en términos de la comunicación ya que el estado del usuario suele ser de permanente preocupación por comunicar: ¿Dónde estas? ¿En qué lugar te encuentras?, ¿Con quién te encuentras? y en ¿Cuánto tiempo llegara al hogar? La aplicación se desplaza por el acto de comunicación sea via app o SMS; inclusive comienza a observarse en forma frecuente el uso de la telefonía pública fija.   

Esta especie de condena digital nos coloca obligatoriamente en la era del papel y la dualidad tecnológica. Cuestión que por ausencia de ingresos petroleros tampoco tenemos, ni papel ni la posibilidad de adquirir nuevos equipos. El país posee una delas inflaciones más altas del mundo y los equipos de importación están destinados a un sector minoritario de la sociedad cuando se trata de los segmentos de mediano y alto valor.


El país y los usuarios se ven forzados a salvaguardar la vida de sus dispositivos conociendo que no le será posible readquirirlo o sustituirlos por modelos más recientes. Aunque en Venezuela, suele ser común que dentro de los sectores populares se observen equipos móviles de alta gama que impliquen serios esfuerzos para la compra de los mismos ya su uso y ostentación, cuestión esta última que era tan común para el venezolano mostrando la marca de alta gama, con la pantalla más grande y siguiendo las pautas de la publicación de las cuestiones diarias de la vida se haga una actividad más que imposible de hacer. 

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