Bachaquerismo y ausencia de sociedad.

Fotografía 1. La "cola" para la compra de productos. 


Hacer la cola, para la compra de alimentos implica una estrategia familiar[1], asignar las responsabilidades que en algunos casos degenera graves conflictos, siendo así frecuente observar mayor proporción de mujeres, madres[2], en las largas filas de compras de alimentos. Los hijos, quienes ahora son parte de la fuerza laboral se ven impedidos a salir del sitio de trabajo para hacer la “cola”, así que la asignación de uno o varios responsables dentro del núcleo familiar es una de las opciones posibles.

La madre, no solo tiene la responsabilidad de la realización de la compra, sino que ella es también quien gestionar la distribución de los alimentos y el conjunto de intercambios dentro de la familia extensiva a través del almacenamiento de los mismos dentro del hogar. Es un tipo de sustitución de comportamiento de la compra, en tanto que el acto de la conveniencia del punto de venta cercano al hogar, ya es el hogar en si mismo. El peregrinaje para la búsqueda de los alimentos convirtió el factor de cercanía al hogar en un elemento distinto, lo proximal ya no es lo conveniente pues ahora hay que aventurar para encontrar o tropezarse con lo que se busca, en vez de adquirir lo que se necesita.

El proceso de compra, se convierte en un elemento negativo en lo social en tanto genera una serie de incomodidades para el comprador que busca por disponibilidad aquello que pueda encontrar. La compra se convierte en un ritual degenerativo hacia la población, por la violencia, los controles y los contenidos simbólicos a las que está sujeta, las marcas son percibidas ya en un segundo orden especialmente en los sectores en los que hay imposibilidades de escoger, la situación degenero en la imposibilidad de ejercer la libertad de opción, se compra lo que se consigue a través del sistema de la cola.

Este ritual de degeneración del comprador, es aquel que no solo interactúa con otros compradores quienes a través de la violencia son capaces de arrebatar los productos, sino del comercio en sí mismo quien determina según un criterio gubernamental y propio las formas de venta, las cantidades y las frecuencias de compra. Junto a todo ello, el control biométrico de la compra genera la sensación de deterioro de las condiciones humanas; el comprador ya pierde su rol como ente de adquisición de intercambio a través del trabajo, el comprador hace una plegaria y aplaude al momento en que puede adquirir productos.


Fotografía 2. Componentes del ritual de degradación de la compra.
Posibilidad de Escoger - Arrebato 

El sistema de compra fue del anaquel al piso, por la violencia. Sin embargo se observan diversos grados de civilidad de la compra dependiendo del sector y el canal que distribuye rubros como los alimentos. Aquello que el Estado define como sociedad de clase media, en realidad representa una gran mentira en términos que colocan a los compradores en las limitaciones no solo de la “cola” como parte del ritual de la compra, sino de que el poder adquisitivo no le permite adquirir bienes que se encuentren fuera de la regulación (estado de pobreza engañoso[3]).   

La compra de rubros regulados es un acto obligatorio[4], si los consigues, ya que los mismos poseen valor de uso propio y valor de intercambio en forma de “trueque” tanto dentro de la familia extensiva como fuera de ella, generando un entramado social de relaciones de intercambio que a veces se da fuera en la calle con personas desconocidas: “oye por favor te cambio ese jabón por un paquete de pañales”. La calle es un espacio no para la socialización sino para el encuentro con el “otro” venezolano a través de lo que transporta en la bolsa del mercado.

En este sentido, los alimentos y los productos de aseo personal son los más buscados, los últimos como: jabón de tocador, crema dental, cepillos dentales y desodorantes son propiedad exclusiva del comercio informal “bachaquero” quienes están dispuestos al riesgo de amanecer o pernoctar el día anterior en la cola, solo para adueñarse de estos productos, dejando así sin posibilidad a los compradores que no pueden llevar el ritmo, o simplemente porque el miedo a la violencia-delincuencial los sujeta a permanecer en casa luego de las 7pm.

Aquellos quienes no practican este tipo de comercio informal (cohabitantes-no ciudadanos), juegan a la sociedad “matiné”[5] es decir, el reverso de la sociedad urbana que se prolonga a través del día para su disfrute también durante la noche. En Venezuela, el disfrute de la ciudad es solo para el trabajo, ya que los espacios de esparcimiento son inexistentes por diferentes motivos no relevantes a esta publicación pero que generan condiciones sociales que fomentan la violencia, la ignorancia hacia el otro y el individualismo.

La “cola” tiene varios componentes, es una mezcla entre los que compran, los que bachaquean, los que desesperadamente no pueden comprar alimentos frecuentemente por condiciones económicas precarias. En esta ocasión quisiera referirme al fenómeno del “bachaquero”, o “bachaquerismo”.

El bachaquero, tiene varios orígenes diferenciales.

1.- El primero de ellos es aquel que proviene de la economía informal, es decir antiguamente poseía un kiosco ambulante de ciertos rubros con un margen de ganancia entre el 30 y el 100%, los rubros que poseía para la venta iban desde los alimentos hasta el vestido.
2.- El segundo tipo de bachaquero, es el que antiguamente se dedicaba a esta actividad pero ante la distorsión entre los precios de los productos regulados y la escases, decidió introducirse a la actividad incluyendo la posibilidad de obtener una mayor ganancia por la venta reducida en volumen de ciertos rubros o lo que es equivalente a vender menor volumen generando un mayor valor monetario.  
3.- El tercer tipo de bachaquero es aquel que abandonó su puesto de personal de oficina “fuerza laboral formal” para dedicarse al negocio de compra y reventa de productos en virtud de aumentar significativamente sus ingresos por medio del pago del salario mínimo, la obligación en tiempo a la permanencia en las oficinas y la responsabilidad de un empleo formal.[6]
4.- El cuarto tipo, es el bachaquero que posee diversos ingresos, es decir obtiene a partir de esta forma de reventa de productos ingresos adicionales como forma de compensación de sus ingresos formales. Entonces se puede observar en las oficinas, compañeros que ofrecen un artículo u otro a través de un tercero “quien es el contacto” que provee tales productos, usualmente alimentos con alto índice de escasez.

En términos simbólicos, el “bachaquero[7]” no solo se orienta a la consecución de la adquisición de productos de manera fácil, sino también la de utilizar el código de la viveza-sobreimposición parejera[8], que en la cultura es apropiarse de lo que necesitas para que seas igual que yo. Una forma de emparejamiento vía apropiación sobre aquellos quienes en tiempos de crisis.

La sociedad en vez de tener un poder de actuación solidario, soluciona el problema en términos culturales no siendo solidario sino aprovechándose para colocarse unos por encima de los otros. El “bachaquerismo” no implica solo un fenómeno económico, sino por demás un profundo elemento de actuación cultural. Sus tipologías no son menos importantes que la lógica que los impulsa, y la misma no solo posee un carácter rentable como producto final sino el reflejo de la lógica y la significancia cultural del país en su actualidad.


La salida cultural de la crisis económica es que el pueblo atenta en contra de sí mismo. El pueblo limita las opciones de los intercambios y las convierte en rentabilidad. Esta última a través de la posesión "aplicando sus mecanismos" de todos aquellos artículos de valor y uso frecuente para el restante, es un pseudo robo no solo de los productos en sí, sino de los derechos sociales regulares.

Este tipo de hurto de los derechos, comienza desde dentro del Estado hacia las periferias sociales. La impunidad es garantía de la transacción en términos de la adquisición de los productos, ya que no hay articulación social ni representación del Estado para encarar el problema.

Es entonces cuando el venezolano recurre a lo cultural para continuar la recolección, ante la imposibilidad de adquirir dólares vía renta petrolera, y artículos importados para la reventa, se utilizan los productos básicos para exacerbar aquellos elementos de carácter interno que imponen la actuación de alejarse de la cohesión social vía solidaridad y respeto para seguir apropiándose de lo ajeno. 

El “bachaquerismo” genera un canal de distribución que limita y entorpece la compra, pero más aún representa la adquisición del privilegio adquiridos por unos a través de la apropiación de algo “vital” para el desarrollo de las relaciones sociales. Este comportamiento en tiempos de crisis, muestran de forma aberrante la lógica del privilegio y con ello no se puede jugar a ser sociedad, ya que su actuación es la aprobación de que el país y la producción del trabajo es para unos pocos; o el trabajo para muchos pero el privilegio del producto final para pocos.

El privilegio como lógica dentro de la cultura es propia de la sociedad aun en socialismo, pero se sienta en la sombra de la complicidad de lo social. El Estado bajo la mirada indiferente fiscaliza los canales de producción del país y de distribución sin atacar al “bachaquerismo” como fenómeno y por ende la sociedad se convierte en un elemento de mayor impunidad no solo para el crimen común sino para el crimen del valor, es decir de aquel que puede adquirir y limitar para el consumo aquello que en una sociedad regular debería ser un acto regular dentro del intercambio de bienes y servicios. Queriéndolo así, el bachaquerismo se convierte en un mecanismo de control de compra auspiciado por el Estado aunque en sí mismo lo niegue, esto genera diferenciación social y un menor rango de tolerancia para la convivencia social.

En conclusión, el Estado se sabotea así mismo dando muestras de su ausencia de eficiencia tanto para lo concerniente a la producción y distribución de alimentos como para el control de sus consecuencias periféricas, pero cuenta con que la población no reaccione ante la situación debido a factores que conoce, finalmente el “pueblo” acumula la rabia sin que el entramado social, por esa ausencia de conexión social le permita actuar contra el Estado para la demanda de sus derechos, el único que queda por exigir, el de colocar al menos la comida dentro del hogar; sociedad de ausencia de progreso y de subsistencia.  




[1] La sociedad venezolana suele resolver los problemas no como sociedad sino con los códigos de la familia (conjunto de relaciones fraternales).
[2] La madre culturalmente es aquella quien protege a la familia, es el centro familiar: ver Matrisocialidad, concepto desarrollado por el antropólogo Samuel Hurtado.
[3] En zonas populares, luego de realizadas un conjunto de entrevistas, cuando se pregunta el origen de los compradores, responden “yo siento que soy de clase media”, aunque en términos de ingresos los mismos no tengan acceso a bienes y servicios propios de la clase media en sí misma. Lo ideológico-socialista coloco este velo de supuesto “progreso” en la población a través del escalamiento social. 
[4] No hay conciencia de la compra en términos de cantidad, dejar para el otro es antisocial en tanto debo comprar para mí mismo o para el intercambio.
[5] Ciudad Matine, es un concepto de un lugar de impunidad constante, simbólicamente muere en horas donde aparece la noche y se genera un desamparo en términos de orfandad ante las instituciones de resguardo.
[6] Indirectamente es una forma de trabajo en términos de tiempo invertido, sin embargo es una forma de recolección de tipo cultural característico de la sociedad ya que implica menor compromiso social y mayor retorno en términos de valor.
[7] En términos de diferencial de precios, los productos regulados versus lo revendido por los “bachaqueros” tiene una variación porcentual de más del 1000%: Fuente, Cendas 2016.
[8] Colocar a otro, al otro en condiciones tan inferiores como las mías a través del pago diferencial del valor real versus el valor de consideración, es decir la distorsión económica del producto regulado tiene como base un valor colocado bajo un criterio inexistente, sino más bien de aprovechamiento por parte del bachaquero. 

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