La nueva
experiencia de compra, la violencia en el consumo en Venezuela.
El video es de: © 2015 por Miguel Palau, durante observacion no participante
en Abastos Bicentenario.
en Abastos Bicentenario.
Hoy, en una
observación participante pude haber perdido la vida, así de sencillo y en
corto. La antropología en Venezuela, la de campo se convierte en una profesión de
alta peligrosidad, este tipo de incidentes ocurren con frecuencia ya no solo
como una historia contada por mis colegas sino como una experiencia de vida propia
que genera dudas sobre la continuidad de la actividad en el país como se había venido
ejerciendo.
La situación
económica del país se resuelve a si misma con la inercia propia de la cultura
de Eudomar Santos, “como vaya viniendo vamos viendo”, se agotan los espacios y
se colma la paciencia con frustración, tristeza e indignación por parte de
aquellos individuos que ocupan este territorio, llamados asi también compradores
de productos únicos, de una sola presentación, una sola marca una sola opción,
de compra por disponibilidad, de limitación en la compra por regulación del
Estado y de imposibilidad de ejercer la libertad que permite vivir en prosperidad,
ya que no se percibe ni se conoce en que sistema se vive más allá de entender
la situación del país como de “algo nunca antes vivido”.
El populismo,
se enfrenta al irremediable futuro, actúa falsamente como Gobierno en contra de
la sociedad, nunca como Estado, ya que no actúa en pro de las garantías
ciudadanas, y mucho menos cuando las dadivas de la renta petrolera son
ineficientes, ya no hay canción de sirenas que encante de la misma forma y la
figura del individuo se desdibuja frente al senescal, la crisis genera una desconexión
importante hacia la figura del caudillo, sus instituciones y las personas
quienes lo acompañan. El populismo dista de tener los atributos esperados
durante la bonanza petrolera, pero lo social no avanza sino en términos regresivos,
lo social es más pueblo con sus implicaciones de desorden, fiesta y descontrol.
No hay
Estado, nunca hubo características de uno como tal, y con respecto al consumo,
el Estado es incapaz de controlar lo económico generando condiciones de violencia
interna irremediables y fáciles de percibir. Ante la crisis, la situación no da
para los zapatos, los útiles y el empobrecimiento hace alarma a la vista de
cualquiera. El día de hoy, ante la situación que se presenta en este
establecimiento se vislumbra que las instituciones frente a los individuos se
hacen inexistentes, ya antes inexistentes, ahora enemigas de la orientación cultural
del venezolano, el placer y la falsa sensación de bienestar que es necesaria. Lo
económico en lo cultural se desliga de las figuras intermedias, el individuo se
presenta asi mismo en contra del Estado, del caudillo y frente a cualquiera. Eso
a la que llamaron “pueblo” o “popular” se coloca en la resolución a través de la
violencia la compra de cualquier producto que es capaz de conseguir, hay
hambre, y el habito de la sustitución de productos ya no consigue en la cadena
otros por los cuales sustituir el bistec, el pollo, o las caraotas, la ausencia
se resuelve con violencia acostumbrada como código dentro del país.
Como antropólogo
en muchas oportunidades he estado en toda Venezuela en situaciones de riesgo,
de anormalidad en contextos de barriadas populares donde la violencia es la
norma y no la excepción a la regla. Sin embargo, mi experiencia de hoy no se sitúa
nuevamente en una barriada, hoy en un supermercado cadena del Estado, ante la desesperación
de una muchedumbre de compradores de origen humildes se presenta una situación irregular,
que esta vez como antropólogo me toca vivir en compañía de mujeres, niños y
personas de la tercera edad.
Hoy se
presenta un tiroteo ante la llegada de un camión de pollos, que no llega a los
anaqueles, el pueblo lo arranca de las manos de quienes apenas pueden
descargarlos del camión repartidor, cuya llegada se anuncia a través de cientos
de mensajes de texto, llamadas cortas y “datos” a familiares, amigos o
bachaqueros.
Hoy, se
presenta un tiroteo a las puertas de un Abasto Bicentenario en el cual me
encontraba, mientras observo como una gran cantidad de personas que han pasado más
de 6 horas en fila intentan ingresar al lugar para comprar un pollo; así es, en
Venezuela el tiempo de compra de un pollo es de aproximadamente unas 5 horas
pero no se hace ya con una experiencia de compra que se deslinde de la
violencia como forma de adquisición, el dinero vale poco ya que se obtiene, lo
que no se consigue es los productos en los anaqueles, el socialismo lo
dictamina así, la producción decaída en el sector privado y la impresión de que
el modelo es el correcto, que la salida no es otra que la misma que el modelo
actual dictamina.
A pesar de
la paciencia, el individuo en sí mismo como comprador se enfrenta al Estado, se
enfrenta a las instituciones con violencia, la institución de resguardo que es
parte del Estado ya no genera respeto, genera más violencia. Hoy por ejemplo
los compradores a punto de entrar por la fuerza como signo de desesperación intentan
romper la barrera de control de la Guardia Nacional, cuyo uno de sus miembros dispara
su arma frente a mujeres y niños y en consecuencia ellos mismos armados
responden con disparos frente a los cuerpos del Estado.; el intercambio es
irremediable, la violencia hacia el cuidador que representa al caudillo se hace
poco eficiente por no decir nula de algo que parece irremediable.
Definitivamente,
el país ni está bien ni se ve bien tampoco así lo popular o el pueblo a quienes
llaman.
La experiencia de compra:
El
resultado, una persona de la tercera edad herida, confusión, violencia y la
respuesta de otros disparos que provienen de la muchedumbre en una fila de compradores,
algunos de cuyos están armados para responder a la situación, lo cierto es que
la compra es un desasosiego, una mentira o autoengaño temporal que se denota en
ciclos de desaparición y aparición de los productos necesarios. Ciertamente, la
compra ya no es posible en términos de poder adquisitivo fuera de los productos
básicos para muchos sectores del país, indicadores de una pobreza no solo en términos
del poder adquisitivo sino de libertades ciudadanas, pero como asumirlas si ni
siquiera nos hemos liberado de la denominación de pueblo.
No hay nada de paz en el país, el territorio
de la compra es un aguante, un soporte de una posible fractura entre quienes
tienen aquello que es deseado por básico que parezca, los alimentos y quienes
lo poseen pretendiendo que es posible mantener la felicidad y la prosperidad en
Venezuela cuando culturalmente lo que esta sobre la mesa, los anaqueles y el
supermercado son el indicador principal de la prosperidad.
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