La tribu de los cazadores…

El día comienza, y en Venezuela todos sin excepción nos levantamos antes del amanecer.

Dentro nuestra tribu hay cazadores y cazadoras, y aun los más pequeños participan dentro de este proceso. Aunque a veces en espacios que no nos conozcamos, nos encontramos con otros que pertenecen a mi entorno, y sin embargo hay espacios en donde estos compiten conmigo, con los de mi tribu particular, son mis competidores en la caza y obtención de alimentos de primera necesidad.

La caza se inicia a través del contacto visual, se inicia en nuestro día a día, en donde en medio de nuestras múltiples labores conseguimos productos de manera inesperada. En consecuencia, ahora nuestro entorno nos sujeta a darnos cuenta con mayor detalles de lo que sucede alrededor, miramos a todos lados, estamos pendientes no solo de nuestros implementos de la caza, sino de otros cazadores que seguramente ya han obtenido sus valiosas presas del día: harina Pan, arroz, y azúcar.

Al igual que en los momentos de la caza tribales, este tipo de compras son imprevistas y frecuentes según la ocasión de disposición. Nosotros como cazadores y en estado de alerta como la mayoría de las personas de nuestra gran tribu caraqueña estamos no solo atentos al semáforo en rojo, al transporte público sino también del que llevamos como resultado de la cacería en las bolsas de supermercado transparentes.

Es común observar en las calles a señoras comunicándose para comentar:

“Allí lleva dos kilos de harina Pan, seguro hay en tal Supermercado. Ya llego, ya llego!!”…

Es aquí donde se inicia la carrera, es allí donde se inicia esa visión de túnel que conlleva a que los integrantes de la tribu aceleren el paso, se debe correr si es necesario. Se debe defender lo obtenido a toda costa, se debe generar una estrategia de flanqueado de pasillos en donde cada miembro de la tribu camina por uno de ellos en caso de que uno corra más rápido y llegue primero. Debemos cazar, observando bien hasta acercarnos al sitio en donde se encuentran estos objetos preciados para el consumo y para nuestra alimentación básica, al igual que nuestro salario mínimo, lo cual sospechosamente genera una sensación de poder solo obtener las condiciones básicas de subsistencia.

La tribu a pesar de nuestros nobles prejuicios no se hace solidaria ante la escasez, los empleados de los supermercados también desayunan arepas, así que todos participan en la pelea que caracteriza la obtención de unos 900 gramos para los desayunos, y luego de tantas devaluaciones para los almuerzos y las cenas en la mayoría de las casas de los venezolanos.

Una vez que salen los empaques del almacén, ya hay personas esperando. Hay miembros de la tribu que manejan la información privilegiada, ello les permite estar allí antes y quien no asume que esto de la llamada viveza criolla no es simplemente un rasgo adaptativo conductual ante una imposibilidad sistemática de aquellos responsables de mantener al menos la existencia de los alimentos. Están los de la tribu que llegan al momento, los que se enteran debido a que son amigos de nuestras tribus, son nuestras alianzas y están los otros, los que al después solo recojan las sobras y miren los empaques vacios aun a las puertas del almacén del Supermercado.

Aún quedan la tribu de los resignados, y los que esperan una oportunidad ante la debilidad, los que buscan entre los carritos descuidados de sus dueños, o los que le compran por debajo de cuerda al licorero, o aun más curioso los que buscan entre los carritos de la devolución estacionados al lado de la fila de pago.
En algún momento se sacan los empaques al mayor (pacas) aun con el papel de cartón que las envuelve y comienza la pelea.





No hay una cacería por el bien común, ni para compartir una pieza. Este tipo de cacería implica una sola condición, la de la obtención de la mayor cantidad de empaques que pueda llevar consigo mismo.

La tribu genera un gran desenfreno, las noticias se corren rápido todos corren y si es necesario se pelean para obtener estos productos que jamás llegan a los anaqueles de los supermercados cadena, sencillamente se agotan sin ver la luz de neón y las estanterías siempre sin precios de referencia.

Hay que correr, y en la cacería todos participan, desde las mujeres hasta los niños, los hombres que al ver que otro cazador obtuvo su presa, se fue corriendo dentro del supermercado para llegar a enseñar victorioso el resultado de la cacería a los miembros de su propia tribu, a su esposa o sus hijos que se han ganado el derecho de un esfuerzo más para obtener un empaque de arroz, de azúcar o harina Pan.

Luego del proceso de la cacería viene el de intercambio.

A veces si compramos de mas, la economía que nos rodea nos permite generar intercambios importantes entre los miembros de nuestra tribu a mayor escala, actualmente un kilo de harina Pan se intercambia por 2 litros de aceite, 1 kilogramo de azúcar o quizás 4 latas de atún, ya que el valor del producto inicial es mayor a los del intercambio final, y necesario además para el establecimiento de las relaciones sociales y culturales por afinidad y a través de la colaboración en tiempos complejos.

La compra para estos rubros ya desde hace tiempo es una experiencia diferente, ya la tribu lo sabe y continúa su proceso de búsqueda constante y es que:

1 Arepa de unos 80 gramos de peso consumida por persona, en una familia promedio de 4 personas
equivalen a 320 gramos
1Kgr (aproximadamente) por familia cada 3 días

En una semana una familia promedio, de las de a pie podría consumir unos 2,2 empaques de un kilo gramo, bajo observación en hogares a través de la etnografía. Y me pregunto a manera de reflexión si dentro de la tribu entenderán que cada vez que usted entra a un supermercado, ya observa que la compra per cápita se hace más frecuente solo y exclusivamente para artículos de primera necesidad, que las variedades dentro de un mismo producto inicial ya no se encuentran desde hace años.

La tribu de los venezolanos de a pie, como le llamamos aquí es inteligente, no hace compras de este tipo porque cuando van a la caja, se saben el precio de memoria, mejor que una caja registradora, y sacan de sus bolsillos los montos exactos solo para llevar lo que les permite la regulación de compra. La tribu no deja desperdiciar la preciosa arepa que los alimenta a diario, nada se conserva en su estado originario en un estante de la casa.

Todos los recursos en una familia venezolana se consumen especialmente cuando se trata de alimentos de primera necesidad, su nombre lo indica de forma obvia y el paralelismo de la competencia de estos productos solo genera rechazo ante el motor de la tribu, la calidad de las marcas.

Contrariamente a las declaraciones de muchos personeros, el desconocimiento sobre el consumo y nuestros hábitos alimenticios es supino, las leyes que se generan o se reforman no se drenan aguas abajo y cuando vas a un supermercado, las cajeras aun no saben que horarios cumplirán ante la regulación de ley que se aprobó ayer, ellas solo saben que son parte de la tribu y que también se comen su arepita por la mañana.

Antropología del Consumo. Caracas,  4 de Septiembre del 2013.
Por: Miguel Angel Palau, Antropólogo

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